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domingo, 14 de noviembre de 2010

Artículo de Manuel Pimentel: "El decálogo del caminante" + humor gráfico de Miguel Brieva



En estos momentos de tribulación y dolor distribuido por todas las capas de la sociedad española, resulta sabio descubrir lo que de positivo pueden encerrar las dificultades que atravesamos.

No caminas solo. Tu felicidad también se encuentra en la de los demás. Lo que das, recibes

Hace unas semanas me invitaron a pronunciar unas palabras en el I Congreso Internacional de la Felicidad. Acepté sin saber muy bien del todo qué podía aportar yo a materia tan vaporosa y subjetiva. ¿Qué es la felicidad? Según el diccionario de la RAE, la felicidad es el estado del ánimo que se complace en la satisfacción de un bien. También la describe con los sinónimos de satisfacción, gusto, contento. Poca cosa para definir ese luminoso objeto del deseo. Todos queremos ser felices; ahora bien, ¿cómo se consigue?

No lograba enfocar mi intervención. ¿Tenía yo atributos morales para hablar de felicidad? ¿Soy feliz? Pues a ratos sí y a ratos no, como casi todo el mundo, supongo. Tan solo los místicos en éxtasis o los yoguis del nirvana pueden considerarse en estado de felicidad permanente. El resto de los mortales podemos hacer balances globales entre los momentos buenos y los malos, y la coincidencia razonable entre nuestros deseos y nuestra realidad, o, mejor aún, en la coherencia percibida entre nuestro comportamiento y nuestros ideales.

Uno no es feliz. Uno se siente feliz, que es algo bien distinto. La felicidad se mire con un baremo interior, íntimo, exclusivo. Es un efímero cotidiano, subjetivo y placentero. También es el balance de un camino en su conjunto. Lo que para unos hace feliz, para otros supone congoja. Nadie externo puede saber en verdad cuán felices nos sentimos. Nuestras vidas son caminos que recorremos paso a paso, jornada a jornada. Hay etapas buenas, menos buenas y malas. Al igual que no es lo mismo un viajero que un turista, también existe una sabiduría del caminante, que lo distingue del triste deambular zombi de una parte importante de la población.

Decidí, en un ejercicio de osadía, resumir esa sabiduría en un sucinto decálogo del caminante, que, en pinceladas, enumero a continuación:

Primero. Ten sueños, metas e ideales. Conceden sentido a tu andar y marcan el norte a tu brújula vital. Justifican el esfuerzo que realizas. La sensación de acercarte a ellos te proporcionará felicidad en tu camino.

Segundo. Que esa meta te estimule, que no te aplaste. Metas más allá de tus posibilidades pueden frustrarte. Por el contrario, metas demasiado cortas pueden acomodarte y hastiarte. Deben conseguir que te esfuerces para dar lo mejor de ti, pero no amargarte ni alienarte.

Tercero. La felicidad no se concentra en el preciso instante de cruzar la meta, hay que saber encontrarla en cada etapa del camino. No la difieras en exclusiva al futuro logro de tus objetivos, disfruta de las pequeñas cosas de cada jornada. Establece metas intermedias; superarlas te estimulará y te reafirmará en el camino correcto.

Cuarto. A meta alcanzada, nueva meta planteada. Evitarás el hórror vacui de una vida sin proyecto ni norte. Esas nuevas metas no solo deben conjugarse con el más y más, sino con lo diferente y, sobre todo, con lo mejor.

Quinto. Apóyate en el bastón de tu talento, guíate por la brújula de tus sueños e ideales, y planta tus botas sobre la realidad. Los viejos caminantes saben que para llegar lejos deben marchar paso a paso, mirando al suelo para no tropezar, pero elevando la mirada a las estrellas para marcar el rumbo a seguir. Que tu inteligencia e intuición te ayuden a escoger la ruta más adecuada en las muchas bifurcaciones que se te presentarán cada día.

Sexto. El camino tiene sentido en su conjunto. Integra en él los capítulos duros, de dolor y sufrimiento. Aislados, te amargarán; insertos en tu vida entera adquirirán sentido. Lo comprenderás cuando tengas suficiente altura de miras como para poder comprender tu propio camino pasado y sepas aprovecharlo para el que aún te queda por recorrer.

Séptimo. Los demás caminantes reconocen en ti al personaje que tú proyectas. Eres lo que haces y no como piensas que eres. Raymond Carver escribió que "Tú no eres tu personaje, pero tu personaje sí eres tú". El personaje que los demás ven, es más real que la persona que tú te consideras en tu interior. Presta atención a lo que en verdad haces, y no te autojustifiques con la excusa de lo que piensas que eres.

Octavo. La coherencia entre tu persona y tu personaje, entre lo que piensas y lo que haces, te hará sentir bien. La incoherencia vital te hará el camino insufrible.

Noveno. Tu vida es una novela que escribes con tus actos. Conoce a tu personaje y desarrolla tus potencias en función de las circunstancias y de tus sueños e ideales. Comprende tu realidad de escritor de la propia novela de tu vida, influye en el argumento de tu novela y concede mayor protagonismo a tu personaje. Podrás comprender tu camino en su conjunto.

Décimo. No caminas solo. Tú felicidad también se encuentra en la de los demás. Lo que das, recibes. Ayuda con generosidad y no olvides que, además de las personas, también nos acompaña la naturaleza ubérrima con toda su vida hermana.

Un decálogo sencillo para un camino complicado de rosas y espinas. El de tu propia vida. ¡Suerte con ella, hermano!

EL PAÍS

miércoles, 21 de julio de 2010

Animación en 3D: "Mariza" (Constantine Kristallis)

Constantine Kristallis creó en el año 2008 este cortometraje de animación en 3D, como proyecto final para el Máster de la University of Technology Sydney. Música de Mikis Theodorakis.

Humor gráfico: "Formación" (Montecruz)

domingo, 18 de julio de 2010

domingo, 20 de junio de 2010

In memoriam de José Saramago, el escritor comprometido con la vida


El legado literario del escritor José Saramago supone el feliz encuentro de la gran literatura en letras mayúsculas con el compromiso social, a través de sus palabras y hasta el último momento, con el fin de retratar la realidad de un mundo con muchas aristas imperfectas. Hoy en día, su obra permanece más viva más que nunca, y si no están de acuerdo con ello, les recomiendo la lectura de sus Ensayo sobre la lucidez y Ensayo sobre la ceguera, ficciones que ilustran la posibilidad de votar mayoritariamente en blanco, o que nos alertan sobre la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron.

En palabras del propio Saramago, “empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos los pájaros. Cuando haces eso, lo que te deslumbra es el conjuntoEspero morir como he vivido, respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame”. Y, desde luego, nuestro mejor homenaje sería leer la obra de este hombre universal, que intentó "alumbrar" con su luz las "tinieblas" de nuestro recorrido vital. Descanse en paz José Saramago.



ARTÍCULO de Ramón Lobo: "El escritor que abrazaba hombres"

Hay dos tipos de escritores: los que se asilan del mundo y tratan de modificarlo desde sus libros y personajes sin otro compromiso que la búsqueda permanente de la excelencia; y los que como José Saramago, que además de escribir obras esenciales como El memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, los dos ensayos, el de la ceguera y el de la lucidez, y la maravillosa Caín, entre otras, son capaces de salir al mundo y tratar de cambiarlo con sus propias manos. Esa generosidad quijotesca la debió de heredar de su abuelo, quien antes de morir hace ya muchos años se levantó de la cama, abrazó los cuatro árboles que tenía en su huerto y se fue en paz, con la tranquilidad del deber cumplido.

Saramago nunca se escondió. Renunció a muchas líneas escritas en su atalaya de Tías, en Lanzarote, desde donde se ve el mar, por salir a la calle y dar voz a los que no la tienen, a los que nadie escucha, a los que nadie ve. Estuvo en todas las batallas en las que había un ser humano al que abrazar, fuese en Chiapas o en Haití, en Argentina, Chile o Uruguay, donde dictaduras sangrientas y crueles dejaron la huella de la otra cara del hombre. Libró batallas en favor de África, del continente oscuro y silenciado por una globalización informativa que solo habla de las cosas del hombre blanco, y otras en favor de sus inmigrantes desde su Lanzarote adoptiva, frontera primera para los que huyen de las guerras, la miseria, las enfermedades y la pobreza. También tomó partido por Palestina y los palestinos, cuya persecución y desgracia comparó con la que sufrieron muchos judíos en la Europa nazi y que le granjeó la beligerante enemistad de todos los gobiernos israelíes.

José Saramago sabía que el premio Nobel de Literatura no era solo un galardón, el más importante para un escritor, era sobre todo una responsabilidad. Un gran altavoz para una voz que siempre habló en favor de los desfavorecidos, de los que escribió y duplicó en personajes extraordinarios como Baltasar y Blimunda en El memorial, seres que habitaron sus libros dándoles el sentido trascendente de las grandes obras.

Una vez, sentado ante el jardín de su casa, un reportero le habló de la relación entre el periodismo y la literatura. "Son orillas de un mismo río", dijo algo presuntuoso el informador. Saramago le miró a los ojos y respondió: "¡Qué más quisieran los periodistas! Cuando uno lee una obra maestra como Guerra y Paz de Tolstoi es mejor persona, ha vivido otra vida. Cuando uno lee un buen reportaje solo está mejor informado".

Ahora que se ha apagado el hombre, queda el escritor, el ser comprometido, sus obras y su ejemplo. Y nos queda su memoria, que se transformará en memoria africana y en África. Los hombres grandes nunca mueren, solo se van y nos acompañan de otra forma. EL PAÍS




DISCURSO de aceptación del Premio Nobel de Literatura (Academia Sueca, 10 de diciembre de 1988):





CORTOMETRAJE de ANIMACIÓN: La flor más grande del mundo (Juan Pablo Etcheverry, 2007):

Este trabajo nos habla de la importancia de las cosas pequeñas y de todo aquello que nos rodea, máxime en tiempos difíciles como los actuales. Basado en un relato de José Saramago y con música de Emilio Aragón, la narración del corto, de gran carga simbólica, corre a cargo del propio escritor portugués, que también forma parte del elenco de personajes. Esta producción obtuvo en la última edición del Festival de Puerto de la Cruz (2009) el Premio al mejor Cortometraje de Ficción o Animación y, con anterioridad, también estuvo nominado, en la última edición de los Goya, en la categoría de Mejor Corto de Animación.

Para disfrutar del vídeo (ELPAÍS.com), hacer "clic" en la siguiente imagen:





Humor gráfico: Forges




lunes, 14 de junio de 2010

Artículo de Juan José Millás: "Hambre" + humor gráfico (El Roto)


A veces imagino un pulmón que fuera la suma de todos los pulmones, un corazón que fuera la suma de todos los corazones, un hígado que fuera la suma de todos los hígados, un hombre que fuera la suma de todos los hombres y una mujer que fuera la suma de todas las mujeres. Sólo habría en el mundo un hombre y una mujer, pero tendrían un tamaño enorme. Y habría un solo perro, pero un perro gigantesco también, pues provendría de la adición de todos los perros. Y un solo gato, desde luego, y un solo gorrión, pero estamos hablando de un gorrión con un tamaño colosal, imagínenselo. En buena lógica, habría también una sola bacteria, un único virus, una sola rosa, sólo un clavel, una espina nada más, una lágrima...

Ahora mismo, al tiempo que usted respira, están respirando miles de millones de seres humanos en todo el mundo. Muchos toman y arrojan el aire en el mismo momento en el que lo toma y lo arroja usted. Los pulmones de unos y de otros son básicamente idénticos, quizá, en alguna medida difícil de entender, aunque fácil de intuir, sean el mismo. La idea de que todos respiramos con el mismo pulmón es a la vez estimulante e inquietante, como la de que hubiera un solo estómago para el conjunto de la humanidad. ¿Cómo nos las arreglaríamos en este caso? No es tan difícil de imaginar. Las abejas, sin ir más lejos, disponen de un estómago social, además del propio, en el que guardan la miel comunitaria. Supongamos que tuviéramos que compartir el intestino grueso, el bazo, el páncreas, los riñones, el útero, los ojos, la lengua...

Supongamos que tuviéramos que compartir la Tierra, que tuviéramos que compartir la atmósfera. Imaginemos que hubiera una sola biosfera para todos. De hecho, hay una sola Tierra, una sola atmósfera, una sola biosfera, lo que es tan espectacular como disponer de un solo estómago, de un solo corazón, de una sola lengua, de un ojo único, un abdomen indiferenciado. Parece terrorífico, sí, pero resulta fantástico también que todos los cuerpos sean el mismo cuerpo, que todos los seres humanos seamos el mismo ser humano. Ahora tendríamos que deducir que el hambre de aquéllos es la nuestra, pero la imaginación no nos da para tanto. EL PAÍS


sábado, 5 de junio de 2010

Artículo de Juan José Millás: "Fin de fiesta" + Humor gráfico (Miguel Brieva)


A ver si lo hemos entendido bien: tenemos, como reino y como individuos, una deuda que nuestros acreedores desconfían de cobrar. Es cierto que nos prestaron el dinero sin exigir garantías, como si buscaran, justamente, lo que está sucediendo, pero eso ahora no importa. Lo que importa es que los prestamistas, preocupados de súbito por nuestra insolvencia, envían a sus matones financieros con el siguiente mensaje: reduzcan, para pagar lo que nos deben, su nivel de vida o les rompemos las piernas. Como ya hemos visto otros países con las piernas rotas, y resulta un espectáculo sobrecogedor, obedecemos sin rechistar, y a toda prisa. Menos medicinas, menos enseñanza, menos justicia, menos cheques bebés, menos leyes de dependencia, menos autopistas, menos trenes, menos pensiones, menos salario, menos indemnizaciones por despido, menos salir a cenar, menos alegrías.

Pero al ejecutar la operación advertimos con espanto que la reducción del nivel de vida que nos exigen provoca menos trabajo, menos crecimiento, menos ingresos y, por tanto, más déficit, es decir, más deuda y más dificultades para hacernos cargo de ella como personas responsables. La situación es idéntica a una de esas pesadillas en las que corres sin avanzar, caes sin caer, subes las escaleras sin llegar nunca a la azotea o, peor aún, descubriendo que la ascensión conducía al sótano. Parece que lo que buscan a toda costa nuestros prestamistas es una coartada para rompernos las piernas. La economía es una disciplina complicada, y cruel. Personalmente, no la entiendo, pero tampoco escucho nada inteligible a los expertos. ¿Dónde empezó todo? ¿Es rentable el negocio de la ruptura de piernas? ¿Quién nos ha entrampado de esta forma? ¿Sabían los políticos que nos han gobernado durante los últimos 20 años que la fiesta terminaría de este modo? El PAÍS


Humor gráfico: "Momia guanche" (Padylla)