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jueves, 11 de junio de 2009

El color verde del cine: "La flor más grande del mundo" (Juan Pablo Etcheberry)


Biodiversidad, calentamiento global, energías alternativas, efecto invernadero, reciclaje, ecología… son términos cada vez más familiares en los últimos tiempos. Nuestra obligación es proteger los numerosos recursos naturales que extraemos del medio ambiente con el fin de que su explotación no ponga en peligro nuestra propia subsistencia como seres humanos. Ya Hipócrates nos recuerda que “ni la sociedad, ni el hombre, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar, para ser buenos, los límites establecidos por la naturaleza”. De esta forma, podemos entender el medio ambiente, en sentido amplio, como el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones venideras.

En este contexto, con el fin de alentar el conocimiento mundial e intensificar la atención y acción política, en 1972 la Asamblea General de Naciones Unidas designó el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente, correspondiendo, en este año 2009, a México la sede internacional de las celebraciones, con el lema “Tu planeta te necesita - Unidos contra el cambio climático”. Hoy en día, nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global (incremento de las temperaturas, deshielo de los glaciares, multiplicación de las sequías y de las inundaciones, etc.), que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la Tierra como sobre los sistemas socioeconómicos, a los que deberá responder la humanidad en los próximos años.

Cuidar el medio ambiente exige redoblar los esfuerzos para lograr un mejor desarrollo sostenible, que derive, a su vez, en la erradicación de la pobreza y consolidación de la paz. Aunque conviene no olvidar que, en la lucha contra el deterioro ambiental, la solución somos todos, incluyendo nuestros hábitos de consumo: ahorro de agua, la eficiencia energética o el reciclaje, entre otros. Citando a René de Chateaubriand: “los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen”…

Y el cine, como mediador de conocimiento y cultura, pero, también, como lugar de encuentro del hombre con su entorno natural, no ha sido ajeno a la necesidad de transmitir esta "conciencia ecológica". Una buena prueba de ello ha sido la reciente recuperación del Festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza de Canarias, en Puerto de la Cruz (Tenerife), tras 14 años de ausencia desde su última edición, y con el realizador David Baute a la cabeza. Desde que, en 1922, Robert J. Flaherty expusiera en el documental Nanuk el esquimal las duras condiciones de vida de una familia esquimal del ártico, abriendo así el camino de la cinematografía etnográfica, el cine se ha mostrado como un militante activo en la lucha por la defensa del medio ambiente.

La flor más grande del mundo, cortometraje de animación dirigido por Juan Pablo Etcheverry, nos habla de la importancia de las cosas pequeñas y, sobre todo, de lo que nos rodea. Basado en un relato de José Saramago y con música de Emilio Aragón, la narración del corto, de gran carga simbólica, corre a cargo del propio escritor portugués. En la última edición del Festival de Puerto de la Cruz (2009), esta producción obtuvo el Premio al mejor Cortometraje de Ficción o Animación y, con anterioridad, también estuvo nominado, en la última edición de los Goya, en la categoría de Mejor Corto de Animación.

Para disfrutar del vídeo (ElPAÍS.com), hacer "clic" en la imagen siguiente:



miércoles, 24 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad (Ray Bradbury)

Ray Douglas Bradbury (Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920) es un escritor estadounidense de misterio del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas Marcianas, un libro escrito en 1950 que es descrito como una colección de historias cortas, además de ser una novela, y la novela distópica Fahrenheit 451, publicada en 1953.

Se considera a sí mismo "un narrador de cuentos con propósitos morales". Sus obras a menudo producen en el lector una angustia metafísica, desconcertante, dado que reflejan la convicción de Bradbury de que el destino de la humanidad es "recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad." WIKIPEDIA



Cuento de Navidad

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.

-¿Qué haremos?

-Nada, ¿qué podemos hacer?

-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!

La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.

-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.

-¿Qué...? -preguntó el niño.

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:

-Quiero mirar por el ojo de buey.

-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.

-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.

-Espera un poco -dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.

-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.

La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.

-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.

-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.

-Pero... -empezó a decir la madre.

-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

-Ya es casi la hora.

-¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.

Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.

-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.

-No entiendo.

-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.

Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.

-Entra, hijo.

-Está oscuro.

-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.

-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.

Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.





martes, 1 de abril de 2008

Cuento: "Dos lobos"

Un viejo amerindio estaba hablando con su nieto. Le decía:
-"Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión".

El nieto preguntó:
-"Abuelo, díme...¿cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?"

El abuelo contestó:
-"Aquel al que yo alimente..."

Alimentamos tantas cosas sin saberlo, sin darnos cuenta...Cada vez que hablamos con pesimismo, cada vez que señalamos los errores sin construir algo a cambio, cada vez que nos quejamos, estamos alimentando uno de los dos lobos. Movilizamos toda nuestra energía en ese sentido, cambiamos nuestra postura corporal, segregamos otras hormonas; están perfectamente estudiados los cambios que se producen en nuestro cuerpo como consecuencia de la ansiedad y todo eso deja huella en nuestro cuerpo, en nuestra alma y en todo aquello que nos rodea.

Porque como dicen los orientales: "lo semejante atrae lo semejante" y si sólo emitimos pesimismo, falta de esperanza y críticas, eso será lo que atraeremos a nuestras vidas.


Siempre, absolutamente siempre, tenemos el poder de cambiar. A veces no podemos cambiar las cosas, pero sí nuestro punto de vista. Siempre podemos elegir...SIEMPRE.

¿A cuál de los dos lobos alimentarás hoy?


miércoles, 12 de marzo de 2008

Cuento: "El científico que quería arreglar el mundo"

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.


El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y, junto con un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo diciendo:

- "Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie". Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.

- "Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".

Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible?...¿cómo el niño había sido capaz?

- "Hijito, tu no sabías como era el mundo...¿cómo lo lograste?"

- "Papá yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que si sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo".

Una historia que nos enseña que está en el hombre la solución a los problemas del mundo.

sábado, 8 de marzo de 2008

Caperucita habla canario (Donina Romero)


Érase una vez un guayabillo de niña llamada Caperucita Roja, zafada, más ensayada que una escopeta y con mucho tino para hablar, que nunca se metía en rebotallos ni rifirrafes, que no era faltona e iba arregladita como un tollo compuesto pues no le gustaba afrentar a su madre vistiendo como un pilfo.

Deseaba visitar a su viejita abuela que vivía en el bosque y a quien ya se le estaba yendo el baifo porque la estaba abicando, y antes de que la espichara quería llevarle una cereta de tunos indios, una lecherita de beletén más una taleguita de gofio misturado, o sea, de trigo y millo que tanto le agradaba a la anciana señora.


Así es que arrancando la penca, la niña se adentró en el bosque con cierto chirgo, pues sabía que el rabo de perinqué y totorata del lobo, confianzudo y de mal tabefe, la espiaba para trincarla y comérsela de enyesque acompañado de una pella de gofio y plátano, dos jareas, un lebrillo de carajacas, papitas arrugadas con mojo encarnado de la puta la madre y una botella de agua de San Roque con gas.


El lobo era un palanquín de aspecto revejido, flaco como una verguilla y un pejiguera siempre dispuesto a jeringar. Así es que en cuando vio a Caperucita se puso a dar esperridos como un mataperro para asustarla, pero Caperucita, enroñada y con su pachorra de siempre, ante aquel cloquío lo miró de refilón y sin levantarle el gallo le dijo que el que iba a cobrar iba a ser él, que a ella nadie le cogía la camella..., haciéndole fos y continuando su camino sin atorrarse, lo que dejó al laja del lobo margullando en saliva y rezongando de amulamiento por no poder comérsela y empajarse.


El lobo, rascado y de mala tiempla, se acercó al río a refrescarse el totiso y el gaznate por no tener cerca un cafetín para un carajillo, y allí, sentado sobre una piedra, pegó la hebra consigo mismo mientras se comía las uñas hasta las raspas y con el pensamiento trataba a Caperucita de risquera, echona, cocorioco, erizo cachero, trasmallo y no sé cuántos adjetivos a cual más peyorativo.


Emborregado, agoniado y con la matraquilla de querer comérsela, corrió desesperado a casa de la abuelita bajo un chipi-chipi que lo dejó entripado y renqueando de tanto correr. Como era un poco tabaiba, aunque farol y malo como un aguaviva, estornudó cerca de la ventana, con lo cual al oírlo, abuela y nieta, que le escarmenaba el pelo a aquella, cogieron sendos teniques para darle un macanazo y acabar con el guineo ya que no podían verlo ni en pintura y que así se fuera escaldado de una vez por todas.


Los teniques salieron como voladores rabúos por la ventana yendo a caer con geito sobre el zarandajo del lobo que, escarranchado en el suelo, se comía una embozada de fresas para matar el hambre. Como un sanana, enchapado de vergüenza y doblado como una alcayata salió de allí con pronta retirada, mientras Caperucita y su abuelita (que se había olvidado que estaba con la quilla en el marisco y ya para la gueldera) se comieron un cucurucho de helado y roscas de azúcar mientras llenaban la habitación de sopladeras de colores con belingo incluido.



viernes, 7 de marzo de 2008

Cuento: "De corazón a corazón"




Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños.

Sí, todos coincidieron que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún y, con mayor fervor, aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.

De pronto un anciano se acercó y dijo:

- "¿Por qué dices eso, si tu corazón no es ni aproximadamente tan hermoso como el mío?

Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares a su alrededor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió...

- ¿cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?, pensaron ...
El joven contempló el corazón del anciano y, al ver su estado desgarbado, se echó a reír.

- "Debes estar bromeando," dijo. "Compara tu corazón con el mío...
El mío es perfecto. En cambio, el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor."

- "Es cierto," dijo el anciano, "tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo...Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido." "Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio.
De ahí quedaron los huecos -dar amor es arriesgar-, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón.
¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"

El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas.
Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón. Luego, a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho, y con él tapó la herida abierta del joven.
La pieza se amoldó, pero no a la perfección, por lo que al no ser idénticos los trozos, se notaban los bordes.

El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

¡¡ Que nuestros corazones se hagan cada día más hermosos !!
¡¡ Un abrazo de corazón a corazón...!!!