Biodiversidad, calentamiento global, energías alternativas, efecto invernadero, reciclaje, ecología… son términos cada vez más familiares en los últimos tiempos. Nuestra obligación es proteger los numerosos recursos naturales que extraemos del medio ambiente con el fin de que su explotación no ponga en peligro nuestra propia subsistencia como seres humanos. Ya Hipócrates nos recuerda que “ni la sociedad, ni el hombre, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar, para ser buenos, los límites establecidos por la naturaleza”. De esta forma, podemos entender el medio ambiente, en sentido amplio, como el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones venideras.
En este contexto, con el fin de alentar el conocimiento mundial e intensificar la atención y acción política, en 1972 la Asamblea General de Naciones Unidas designó el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente, correspondiendo, en este año 2009, a México la sede internacional de las celebraciones, con el lema “Tu planeta te necesita - Unidos contra el cambio climático”. Hoy en día, nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global (incremento de las temperaturas, deshielo de los glaciares, multiplicación de las sequías y de las inundaciones, etc.), que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la Tierra como sobre los sistemas socioeconómicos, a los que deberá responder la humanidad en los próximos años.
Cuidar el medio ambiente exige redoblar los esfuerzos para lograr un mejor desarrollo sostenible, que derive, a su vez, en la erradicación de la pobreza y consolidación de la paz. Aunque conviene no olvidar que, en la lucha contra el deterioro ambiental, la solución somos todos, incluyendo nuestros hábitos de consumo: ahorro de agua, la eficiencia energética o el reciclaje, entre otros. Citando a René de Chateaubriand: “los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen”…
Y el cine, como mediador de conocimiento y cultura, pero, también, como lugar de encuentro del hombre con su entorno natural, no ha sido ajeno a la necesidad de transmitir esta "conciencia ecológica". Una buena prueba de ello ha sido la reciente recuperación del Festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza de Canarias, en Puerto de la Cruz (Tenerife), tras 14 años de ausencia desde su última edición, y con el realizador David Baute a la cabeza. Desde que, en 1922, Robert J. Flaherty expusiera en el documental Nanuk el esquimal las duras condiciones de vida de una familia esquimal del ártico, abriendo así el camino de la cinematografía etnográfica, el cine se ha mostrado como un militante activo en la lucha por la defensa del medio ambiente.
La flor más grande del mundo, cortometraje de animación dirigido por Juan Pablo Etcheverry, nos habla de la importancia de las cosas pequeñas y, sobre todo, de lo que nos rodea. Basado en un relato de José Saramago y con música de Emilio Aragón, la narración del corto, de gran carga simbólica, corre a cargo del propio escritor portugués. En la última edición del Festival de Puerto de la Cruz (2009), esta producción obtuvo el Premio al mejor Cortometraje de Ficción o Animación y, con anterioridad, también estuvo nominado, en la última edición de los Goya, en la categoría de Mejor Corto de Animación.
Para disfrutar del vídeo (ElPAÍS.com), hacer "clic" en la imagen siguiente:
Cuidar el medio ambiente exige redoblar los esfuerzos para lograr un mejor desarrollo sostenible, que derive, a su vez, en la erradicación de la pobreza y consolidación de la paz. Aunque conviene no olvidar que, en la lucha contra el deterioro ambiental, la solución somos todos, incluyendo nuestros hábitos de consumo: ahorro de agua, la eficiencia energética o el reciclaje, entre otros. Citando a René de Chateaubriand: “los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen”…
Y el cine, como mediador de conocimiento y cultura, pero, también, como lugar de encuentro del hombre con su entorno natural, no ha sido ajeno a la necesidad de transmitir esta "conciencia ecológica". Una buena prueba de ello ha sido la reciente recuperación del Festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza de Canarias, en Puerto de la Cruz (Tenerife), tras 14 años de ausencia desde su última edición, y con el realizador David Baute a la cabeza. Desde que, en 1922, Robert J. Flaherty expusiera en el documental Nanuk el esquimal las duras condiciones de vida de una familia esquimal del ártico, abriendo así el camino de la cinematografía etnográfica, el cine se ha mostrado como un militante activo en la lucha por la defensa del medio ambiente.
La flor más grande del mundo, cortometraje de animación dirigido por Juan Pablo Etcheverry, nos habla de la importancia de las cosas pequeñas y, sobre todo, de lo que nos rodea. Basado en un relato de José Saramago y con música de Emilio Aragón, la narración del corto, de gran carga simbólica, corre a cargo del propio escritor portugués. En la última edición del Festival de Puerto de la Cruz (2009), esta producción obtuvo el Premio al mejor Cortometraje de Ficción o Animación y, con anterioridad, también estuvo nominado, en la última edición de los Goya, en la categoría de Mejor Corto de Animación.
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