Warner tiene un estudio en Londres, cuatro hijos, una cámara Hasselblad de 39 megapíxeles y una imaginación desbordante. Todo empieza con un dibujo. Cuando le ronda una idea, este moderno Arcimboldo –que conoce al pintor renacentista pero se dice más influido por filmes como Willy Wonka y La fábrica de chocolate o El mago de Oz– la plasma sobre un papel y piensa qué alimentos pueden hacerla parecer más realista.
Terminado el dibujo, llama a dos colaboradores –un estilista de alimentos y un maquetista–, se lava las manos y arranca. "Suele ser el estilista el que hace la compra", comenta. A continuación, disponen los alimentos recreando la escena sobre una mesa de unos
La obra, sin embargo, está lejos de quedar acabada. A cada foodscape aún le faltan horas y horas de retoque con Photoshop en el ordenador. A veces, dos y tres días. Warner cuenta para ello con un tercer ayudante, un retocador. "El secreto está en engañar al espectador", revela. "A primera vista tiene que creer que es real. Sólo en un segundo momento debe advertir los verdaderos ingredientes".
Así, por ejemplo, en "A forest of greens" los brócolis son encinas, el perejil hace de hierba, y las patatas de roca. El sendero está hecho con comino y otras especias, y la escalera, con ramas de vainilla.
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