miércoles, 10 de diciembre de 2008

Navidades de cine: ¡Qué bello es vivir!





Ya llega la Navidad, con la liturgia que, inevitablemente, la acompaña: calles maquilladas y atascos irremediables, las tradicionales comidas familiares o de empresa y las presumibles indigestiones con turrones de nuevos sabores, los portales de Belén y los árboles adornados con bolas llenas de luces y colores, la ilusión de ver al “Gordo” de la Lotería, las felicitaciones telefónicas y la lista interminable de los buenos deseos para estrenar el nuevo año con renovadas expectativas, los catálogos de juguetes con usos inimaginables, las uvas de Nochevieja que, al final, siempre se nos atragantan, las cabalgatas, la cuesta de enero, tan empinada que parece no tener fin... No hay escapatoria para huir de las fechas señaladas, lo cual no hace sino reafirmar nuestra capacidad para sobrevivir al ajetreo propio de estos días. En todo caso, la Navidad es, o al menos pretende ser, una época especial cargada de simbolismo para la mayoría de nosotros.

Pero no tendríamos completado el cuadro navideño sin mencionar las tradicionales películas navideñas. El cine, esa gran fábrica de sueños, es el gran culpable de que ese sentimiento reconfortante que llamamos “espíritu navideño” haya llegado a la mayor parte de los hogares, generalmente, a través de la comedia o el drama. Este subgénero fílmico sigue patrones y esquemas de sobra conocidos: la celebración de la bondad y la amistad, el canto a la esperanza, la compañía de la familia, los relatos bíblicos, figuras y personajes fantásticos que se inmiscuyen en la vida real...Desde grandes clásicos provistos de un discurso profundamente humanista ("El bazar de las sorpresas", "De ilusión también se vive", "Feliz Navidad") o de gran mordacidad social y tintes de humor negro y esperpéntico (“Plácido”), con comedias más al uso (“El apartamento”, "Atrapado en el tiempo") y otras alternativas más transgresoras de la Navidad (“Pesadilla antes de Navidad") o de corte fantástico (“Eduardo Manostijeras”, "Polar Express").

Sin embargo, en estos tiempos de convulsión económica y pérdida de oportunidades laborales para muchos ciudadanos, personalmente pienso que “¡Qué bello es vivir!” (It’s a wonderful life!, 1946), de Frank Capra, es la obra cinematográfica que mejor representa y mantiene aún vigente el espíritu solidario y esperanzador de la Navidad. El público no ha dejado de sentirse atrapado por esta fábula que sucede en Nochebuena cuando, en la pequeña localidad de Bedford Falls, el banquero George Bailey (James Stewart) opta por quitarse la vida, como consecuencia de los problemas económicos que le acucian, pero es interrumpido por Clarence, un ángel sin alas, que lo invita a reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida. El mensaje que Clarence deja escrito a George Bailey en el libro sintetiza el valor de la amistad: "recuerda que ningún hombre es un fracasado si tiene amigos". Y en el villancico final también descubrimos que "cada vez que suena una campanilla es que le dan las alas a un ángel". Curiosamente, en un guiño a mi vida profesional, Donna Reed, la mujer del protagonista principal, asumía el papel de bibliotecaria en el filme.

En cualquier caso, convendría no olvidar que, en palabras de la escritora Mary Ellen Chase, “la Navidad no es una época del año, es un estado de la mente”, y ello es consecuencia de la necesidad de transformación vital que todos los seres humanos sentimos alguna vez. ¡FELICES FIESTAS y BUEN CINE!




Música de Dimitri Tiomkin (fragmento no utilizado en la BSO final).


2 comentarios:

Anónimo dijo...

“Efecto bola de nieve”


¡Ya está aquí otra vez la navidad! Vuelven las compras compulsivas, los atascos en las zonas comerciales y por ende también las colas en los establecimientos, vuelven nuevamente los inquietantes villancicos, con los que una y otra vez taladran nuestros cerebros. –Muchas veces he pensado que los encargados de ciertas firmas, deberían de cobrar un plus por sufrirlos hora tras hora en estos días-. Vuelven las comprometidas cenas y almuerzos familiares y laborales, las uvas de fin de año, los cotillones, los fuegos de artificio y demás parafernalias en forma de luces y adornos inimaginables.
Cuando por fin llegas a tu casa, te sientes desbordado y estresado con todo este tsunami del consumo y piensas “este año no me dejaré infectar de esta fiebre consumista” pero al poco tiempo, te descubres disfrutando como un chaval estos días de derroche de humanidad, como si de una gran bola de nieve formaras parte.

Así que ¡Feliz navidad!...

Atistirma dijo...

¡Feliz Navidad y próspero año de victorias padelísticas! :-)